POLITICA SINDICAL CON PERSPECTIVA DE GENERO

 

En el año 2015 seremos aproximadamente 30 millones más de personas en México y si se no revierte la tendencia empobrecedora que ha dominado en la última década, seguramente una buena parte vivirá en condiciones de pobreza extrema. Según algunos datos estadísticos, la pobreza en América Latina aumentó notablemente en los últimos años. Mientras que a inicios de esta década se estima que había 297 millones de personas con carencia de ingresos, en 2004 se incrementó esta cifra a 319 millones. Asimismo, la población indigente pasó de 91.9 millones a 98.3 millones, tan solo en cuatro años.

El reto esta en aplicar programas que realmente incidan en las causas estructurales de la pobreza; no se trata solo de asegurar que se incrementen los recursos y que lleguen a quienes lo necesitan sino que signifiquen cambios reales en la calidad de vida, ni de realizar acciones asistenciales que menosprecien la capacidad creativa y el aporte en la construcción de soluciones, sino de recuperarlas y potenciarlas.

Hablar de la perspectiva de género en el desarrollo, necesariamente nos lleva a pensar en equidad, en democracia y en la igualdad, pero no como discurso hueco, cuya intencionalidad responde a sumar a las mujeres, que las alude, pero no las incluye realmente porque no define con claridad las medidas para lograrlo, discurso que de tanto repetirse se desgasta y vacuna a las mujeres para que se conviertan en sujetos activos del desarrollo.

Hoy sabemos que elevar el nivel educativo de las mujeres produce importantes cambios en la valoración de sí mismas y la calidad de vida de ellas y su familia. Recientemente se han hecho estudios que muestran la relación entre el aumento de la escolaridad de las mujeres y el incremento de los ingresos per cápita. Pero además, tiene un claro impacto en el ingreso de las mujeres en el mercado laboral, en el decremento de los índices de morbilidad y mortalidad infantil y en los índices de fertilidad así como en mejores condiciones de salud reproductiva.

En las últimas cuatro décadas se ha buscado implementar políticas y programas que integren a la mujer al desarrollo, todas ellas han respondido a políticas e intereses diferenciados, pero sobre todo se han instrumentado partiendo de diversas concepciones sobre el papel de las mujeres en el desarrollo.

Varias mujeres destacadas estudiosas, clasifican los diferentes programas (de apoyo a la mujer) de la siguiente manera:

  1. Estrategia de Bienestar, que se caracteriza por identificar como función primordial de las mujeres el ser madres e implementar las políticas para mejorar la crianza y el cuidado de los niños y niñas.
  2. Estrategia de equidad, que se basa en la premisa de crear los mecanismos para incorporar a las mujeres como trabajadoras asalariadas o como pequeñas empresarias, enfatiza la importancia de lograr la independencia económica de las mujeres y para ello reclama un proceso de redistribución, que tiene una incidencia importante en la transformación de la discriminación de género.
  3. Estrategia Antipobreza, que retoma la idea de la feminización de la pobreza y propone aumentar las oportunidades de la mujer de escasos recursos. Pone en práctica programas que le generen ingresos y reconoce que el mejoramiento de la mujer tiene importantes beneficios para elevar los niveles de vida y de educación del conjunto de la sociedad.

Las estrategias anteriores son importantes pero insuficientes. Se requieren programas que las incluyan a todas, se desarrollen otras dimensiones de la vida de las mujeres como serían por ejemplo los derechos sexuales y reproductivos o la participación en la toma de decisiones. Es por ello que a las estrategias anteriores se debe sumar otra:

4) Estrategia de Generación de Poder para las Mujeres, un poder que significa participar en la toma de decisiones pero también contar con las oportunidades y con la valoración social para participar en la vida pública en igualdad de condiciones.

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